Ya está. El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, ya hace días que ha pasado y todo puede volver a la normalidad. No hace falta seguir reivindicando ni protestando. Os podéis quitar el disfraz del feminismo y guardarlo en el armario hasta el año que viene. El próximo 8 de marzo podréis volver a sacarlo para hacer ver que estáis en la lucha por la igualdad, por el fin de la brecha salarial, en contra de la discriminación de la mujer y de la violencia de género.
Siento si este post pica a algunos pero es que llevo muchos días que me sangran los ojos y los oídos. Demasiadas barbaridades concentradas en 24 horas. Y después de mucho reflexionar, no sé qué es lo más preocupante, si las que os declaráis abiertamente no feministas o las que presumís de serlo con una incoherencia que roza lo absurdo.
¿Puede una mujer no querer la igualdad entre hombres y mujeres? ¿Puede darle igual cobrar menos que un hombre pese a ejercer el mismo trabajo? ¿Que se la discrimine en una entrevista por ser mujer? ¿Que cada día seamos noticia por una nueva agresión machista?
Antes que nada, quiero dejar clara mi postura. Hasta hace poco tiempo, quizá un par de años o tres, nunca había reflexionado sobre ser o no feminista. Pocas veces he dicho en voz alta (o para mi misma) que lo soy. Creo que no se trata de colgarnos el cartel de feminista y gritarlo a los cuatro vientos, si no de si nuestras acciones son coherentes con lo que queremos ser. ¿Se puede decir que soy feminista? Pues probablemente sí, me considero como tal. Y así intento transmitirlo a mis hijos.
Dicho esto, volvamos al disfraz del feminismo. Sí, este que ha sido tan visible estos días, especialmente en las redes sociales y en las calles. Nada como colgar una foto de perfil relacionada con el 8M, con un color lila predominante, y compartir alguna frase popular para sentirnos bien con nosotras mismas. Claro, somos mujeres y hoy es el día de todas nosotras.
Pero tenemos tan poco claro qué es eso del feminismo que, a la vez, no nos importa compartir que hoy es el día de las mujeres bonitas y frágiles, de las mujeres sentimentales, femeninas y amables (os juro que son ejemplos reales). FRÁGILES MIS OVARIOS. Claro que las mujeres podemos ser todo eso. O no. No creo que sea lo relevante ni lo destacable de nosotras.
Lo remarcable es que la nuestra es una sociedad machista. Donde hay una notable brecha salarial en muchos puestos de trabajo, donde nos matan cada día y la justicia lo permite (¿la manada, os suena?, donde se nos tacha de feminazis por defender nuestros derechos y donde la educación de nuestros hijos sigue siendo sexista, basada en estereotipos de género y desigualdad.
Sí, porque muchos de los que habéis cambiado vuestro avatar estos días y habéis presumido de ser feministas hasta la médula sois los mismos que ponéis el grito en el cielo cuando un niño pide una muñeca por su cumpleaños, se pinta las uñas o de disfraza de princesa. Para un rato, vale, pero que no lo sepa nadie. Que quede claro que el rosa es de las niñas y el azul de los niños. Que ellas son princesas y ellos, superhéroes. Para ellos, el fútbol. Para ellas, el ballet. Que ellas deben ser finas y presumidas, llevar el pelo largo y, sobre todo, pendientes. No se nos olvide marcar a las niñas al nacer y agujerear sus orejas. No vaya a ser que alguien no sepa que es una niña.
Estos mismos que ahora reivindicáis la lucha feminista hace dos meses regalabais juguetes sexistas a vuestros hijos y, a las pocas semanas, ellas iban disfrazadas de hadas y ellos de piratas.
Parece que lo importante en este 8 de marzo ha sido esa apariencia y no las verdaderas feministas que están al pie del cañón todos los días del año, con pequeños gestos, que han hecho huelga (sí sí, sacrificando parte de su salario y todo) y que incluso se han atrevido a salir a la calle para alzar la voz.
Toda esta incoherencia y este falso feminismo puede volver al cajón, junto con el sentido común, el progreso y la igualdad. Adiós disfraz del feminismo. Hasta el año que viene. Feliz postureo.
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