En casa siempre hemos sido de cenar pronto. Antes de ser padres, cenábamos sobre las 9 de la noche, tanto los días laborables como los fines de semana. Del mismo modo que nunca hemos sido de irnos a dormir muy tarde (nos gusta dormir, vaya), y alrededor de las 23 o 23.30, pasábamos a modo off. Por eso, ahora que tenemos hijos, somos de esos “bichos raros” que cenan muy pronto, sobre las 19.30 o 20h (y se acuestan sobre les 22.30h). Algunos amigos y familiares se extrañan e incluso se muestran reacios, pero para mí, son muchas las ventajas de cenar pronto.