Hace exactamente dos años, el 28 de septiembre a las 10.50h, nacía mi bombón. Si alguien os dice que cuando tienes niños el tiempo corre, os engañan. ¡El tiempo vuela! Pero si yo antes de ayer estaba gorda como una pelota y a punto de parir! Pues no, han pasado dos años. Dos años geniales en los que he aprendido muchísimas cosas y me he reído cantidad (y llorado también, para qué mentir). Porque la maternidad es bella… pero dura.

Me cuesta mucho resumir lo que han significado estos dos años a todos los niveles, de aprendizaje, de cambios, de buenos momentos… Es curioso pero ya casi no recuerdo cómo era la vida antes de tener a M. ¿Surreal, no? ¡Si no hace tanto tiempo! Pues cuesta…

La maternidad es una puerta que un día se abre y, te guste o no, te cambia la vida. A mí me ha cambiado la forma de pensar de muchas cosas, la manera de relacionarme con otras personas, el día a día (por supuesto), cómo veo el futuro, lo que hago, lo que como… Pero todo desde un punto de vista positivo, no me entendáis mal. Es lo que siempre digo, hago las mismas cosas (salir con amigos, ir a cenar, de vacaciones, etc) pero de un modo totalmente diferente.

Los dos años son algo especial. Con un añito aún son bebés, pero ahora ya es más que evidente que es un niño mayor, que no solo habla (hasta por los codos) si no que razona, que entiende y que tiene su propio carácter. Un carácter muy dulce, inocentón pero que cuando toca saca su genio y dice: ep, aquí estoy yo! Siempre digo que es un niño muy bueno, muy dulce, pero un niño al fin y al cabo y del que solo se puede esperar una cosa: que se comporte como tal.

Este año la celebración del cumpleaños será mucho más sosegada que el anterior, algo tranquilo con la familia y poco más. lo celebraremos el próximo fin de semana, así que ya os contaré cómo ha ido y los regalitos del peque (que siempre va bien tener ideas nuevas).

Y, aunque no os lo creáis, en un día como hoy que se mezclan tantos sentimientos me cuesta mucho escribir. Así que, me despido hasta el próximo post!