Hemos llegado a la tercera y última parte del nacimiento de L., un parto vaginal después una cesárea previa que quería compartir con vosotros (aquí podéis leer Parto Vaginal: parte 1 y Parto Vaginal: parte 2).
El expulsivo
El expulsivo es la última fase del parto. Una vez conseguida la dilatación completa, de 10 centímetros, llega al momento de realizar los pujos para dar a luz al bebé. Las matronas prepararon todo el material necesario y adaptaron la cama para el momento (sacando los estribos y colocando los reposapies).
Mis sensaciones de cintura para abajo en esta fase eran poquísimas, así que veía bastante complicado empujar de manera eficaz. La matrona me dijo que cuando notara que venía una contracción empujara con todas mis fuerzas. ¡Qué fácil! Si no era capaz ni de notar las contracciones…
Estaba bastante arrepentida de haber pedido esa segunda dosis de epidural pero empujar tenía que empujar…. fuera como fuera. Recuerdo que el reloj que tenía delante de la cama indicaba que eran las 12 del mediodía cuando empezamos esta fase. La matrona me indicaba que el monitor mostraba una contracción, y tocaba empujar. Yo empujaba con todas mis fuerzas, cogiendo aire y realizando tres pujos en cada contracción. Ella me felicitaba, me decía que lo hacía genial, que un poco más…. y yo seguía sin notar nada. En mis adentros pensaba que ella era tan maja que a todo el mundo daba ánimos, porque mi impresión era que allí no estaba sucediendo nada de nada.
Tras unos cuántos pujos le preguntó a mi marido si quería verle la cabecita, que ya se veía el pelito de la niña. Él ni corto ni perezoso miró y se quedó flipando. Me ofrecieron un espejo para ver yo también. Aquello era alucinante. En alguno de los pujos me puso el espejo porque hay mujeres que les ayuda a empujar con más fuerza pero a mí me desconcentraba mucho: o empujo o miro, pero las dos cosas a la vez no puedo.
Llevábamos media hora en esta fase de pujos y yo estaba sin fuerzas. Aunque era mi segundo embarazo, era mi primer parto vaginal, así que me imaginaba que tendría algún desgarro. Las matronas iban masajeando la zona con vaselina sin parar durante los pujos pero me dijeron que era inevitable un pequeño desgarro, pero que evitaríamos la episiotomía. Esta parte me agobiaba bastante, nadie quiere irse a casa con sus partes destrozadas.
Visto el ritmo que llevábamos, pensaba que aún faltaba bastante para que L. descendiera del todo, pero de repente empecé a notar mucha presión. La cabecita estaba encajada en la salida y la sensación era bastante dura. Tenía pocas fuerzas para empujar y las contracciones no demasiado seguidas… pero, casi sin esperarlo, me invitó a empujar (y me hacía detenerme a veces para evitar el desgarro).
Realicé los 3 últimos pujos como pude y la cabecita salió. Y, para mi sorpresa, me dijo que le diera las manos, que iba a sacarla yo misma. Estaba super aturdida y no entendía nada, pero estiré los brazos y la saqué. Yo misma ayudé a L. a nacer. A las 12.40, nació una niña morenita preciosa que pesó 3.180 gr y que enseguida rompió a llorar. La puse encima de mi pecho para hacer piel con piel y ella lloraba sin parar. Era preciosa, idéntica a su hermano M. pero con mucho genio. Papá y yo estábamos muy emocionados y felices, ya teníamos a la pequeña con nosotros.
Piel con piel, nuevas sensaciones
Con el nacimiento de L. me he quitado una gran espinita que me dolía desde hacía 3 años y es que a mi primer hijo no lo pude coger, ni abrazar ni besar tras nacer. Ese piel con piel que nunca hice con M. lo disfruté muchísimo con L. Aunque esta espinita siempre me acompañará, creo que se ha curado una herida.
L. se pasó muchas horas encima mío desde que nació, todas las que pude. Enseguida buscó por si misma el pecho y lo cogió para obtener el calostro. Mientras, a mí me limpiaban y cosían, aunque esa parte ya no me importaba.
Según la matrona, me dieron 4 puntos (aunque en la revisión posterior me han dicho que hay alguno más) y me administraron oxitocina tras el parto para ayudarme a contraer el útero.
Las primeras 24h tras el nacimiento de L. estuve algo débil y con muchas pérdidas. Poco a poco me fui recuperando y a las 48h, la peque y yo nos fuimos a casa para disfrutar los 4 de esta nueva aventura.
No quiero termina el post sin hacer un agradecimiento público al Hospital Sant Joan de Reus donde nació L., a todo el personal que nos atendió durante el parto y los dos días que estuvimos ingresadas, y en especial a la matrona, Cristina, quién fue un amor y me hizo sentir muy segura de mi misma durante todo el proceso. Creo que su apoyo fue fundamental para que todo saliera bien.