Hace unas semanas el peque empezó a ir a la guardería, una etapa complicada para él y también para nosotros, los padres, por todo lo que conlleva. El período de adaptación, en nuestro caso, ha sido muy progresivo y respetuoso, algo que considero muy importante para evitar que el proceso sea más duro de lo que ya es. Como ya os comenté anteriormente, elegir guardería no es algo sencillo ya que hay que tener en cuenta distintos aspectos, y precisamente que respeten los ritmos del bebé es uno de ellos.
Conociendo el entorno
Conocer de antemano el entorno donde nuestro hijo tenía que pasar el próximo curso era básico para tener una confianza y seguridad. En la guarde que escogimos se realizan muchos reuniones anuales, dos de ellas antes de empezar las clases. La primera es conjunta con todos los papis de alumnos nuevos con la Dirección para conocer más a fondo el proyecto y algunas peculiaridades. La segunda, este verano, fue con su profesora. Esa cita consistió básicamente en darnos unas breves pautas para afrontar el inicio de curso y explicar las características principales del peque, para que ellas conozcan su carácter, qué le gusta, cómo suele comportarse, etc. Así, nos preguntaron sobre alimentación, sueño, sociabilidad, enfermedades comunes…
Refuerzo en casa
En estas reuniones nos recomendaron trabajar desde casa el inicio de las clases. Se trata de un gran cambio para los niños, que pasan de estar en un entorno conocido y seguro para ellos (ya sea con los padres, con los abuelos…) a estar en un espacio nuevo, con adultos que no conocen y, además, con más niños que también requieren de una atención y unas necesidades.
La actitud en estos casos es fundamental. Por eso, nos emplazaron a hablar de la guardería siempre en términos positivos, reforzando la idea que allí se lo iba a pasar bien y a conocer a gente nueva. Vamos, que nada de “ya verás en la guarde cuando te portes mal”, “o te comes el bocadillo o mañana estarás más rato en la guarde”. Si provocamos que lo asocien a algo malo, es lógico que luego no quieran ir.
De la misma forma, cada vez que pasábamos por delante le explicábamos que ese era su nuevo cole, que iría allí todos los días un ratito y que luego o mamá, papá o la abuela lo vendrían a recoger.
La prueba de fuego: el inicio de las clases
Ya sabemos que, tarde o temprano, todos los peques van a la guarde contentos, se lo pasan genial y no hay ni una lágrima. Pero, seamos sinceros, a unos les cuesta más y a otros menos. El primer día es la novedad. Y, la verdad, creo que el peque no sabía muy bien lo que le esperaba. Debía estar allí una horita. Al dejarlo, prácticamente nos ignoró, se puso a explorar la clase y nos despedimos de él y nos fuimos. Nos quedamos muy tranquilos al verlo tan bien pero claro, al llegar aquello era un cuadro. Todos los niños lloraban, él estaba en brazos de la profe y había pasado tal sofocón que le habían cambiado la ropa y todo.
Durante varios días lo llevamos solo una hora. Aprovechamos para pedirnos vacaciones en el trabajo coincidiendo con el período de adaptación y así no tener que preocuparnos de llegar tarde y poder estar por lo realmente importante. Tras dos días de clase, llegó el finde. Y claro, el lunes fue lo peor. Ya nos avisaron que cuando ven que eso es una rutina… sacan garra y dicen que nanai. Al llegar a la guardería empezó a protestar, no quería bajar del carro y al soltarlo en el suelo empezó a trepar cual culebra por nosotros para subirse en brazos. Fue el día más duro, ya que lo dejamos llorando y a mí hasta se me escapó la lagrimilla. Al cabo de una hora volvimos y lo había pasado bastante mal.
Los días siguientes han sido bastante progresivos, lo hemos dejado más ratito hasta llegar a cubrir las 3’5 horas que va a pasar allí cada día, con días mejores y peores. Pero en general creo que está bastante adaptado. Hace algún pucherito cuando llegamos pero en seguida se va con la profe.
Efectos colaterales
Un hito tan importante como este no podía venir solo, si no que ha llegado a cambios importantes. Por ejemplo, sus horarios fijos (sí, mi hijo es un reloj) de siesta y caca han cambiado (ahora es impredecible). Pero lo peor es el dormir. Ahora que nos habíamos acostumbrado a dormir medio bien, se despierta alguna noche de nuevo, tiene pesadillas y no quiere ni oir hablar de dormir solo. Tiene más necesidad de apego, demanda mucho más pecho y contacto físico… y dejarlo jugar solo es imposible. Esto es una cosa que esperábamos y que suponemos que durará poco.
Y esto es lo que os puedo contar del período de adaptación a la guarde. Una muestra más de que el bebé… ya es un niño mayor!
Totalmente de acuerdo… va todo tan rápido que no da tiempo ni a darte cuenta!!!! Muchas gracias por comentar!
Recuerdo como si fuera ayer el momento en que entraron a la guarde mis peques. El mediano entraba haciendo pucheros pero con paso firme jejeje. Pobre. Para mi lo peor fue la entrada al cole. Se hacian mayores. Ayssss. Van tan rápido.